Mons. Romero: su legado

Óscar Arnulfo Romero, el hermano, el amigo, el revolucionario

Monseñor Romero tomó posesión del Arzobispado de San salvador, un 22 de Febrero de 1977, en una de las etapas mas violentas que ha vivido El Salvador, donde la opresión militar era fuerte.

Tal opresión se realizaba con el fin de erradicar aquellos pequeños movimientos sociales que se concentraban para exigir tierras donde poder vivir y sembrar algún tipo de producto y de ese modo buscar un sustento diario para sus familias.
 
Otros exigían de parte de los grandes empresarios, mejores prestaciones salariales, y por último la gran mayoría demandaba la consolidación de un sistema de libertad política, democrático y pluralista.

Lamentables hechos en la historia del país, marcarían el destino de Monseñor Romero, quien desde su infancia, practicó la oración nocturna y la veneración al Inmaculado Corazón de María.

El primero de esos hechos fue el fraude en las elecciones del 26 de febrero de 1977, en las que se impuso el candidato del Partido de Conciliación Nacional, el General Carlos Humberto Romero. Como consecuencia la población decide irse a las calles a protestar, esto da pie a la masacre del 28 de febrero, 300 personas pierden la vida en los alrededores de la Plaza Libertad.

Sin duda, estos hechos impactarían en la vida y pensamiento de Romero, quien días después perdería a uno de los sacerdotes más apreciados: El padre Rutilio Grande.

Desde ese momento Monseñor se convirtió en la “Voz de los sin voz”, fue principal denunciante de las injusticias hacia el pueblo, con sus predicas y consejos fue instructor de coincidencia social, cuando en sus homilías explicaba las injusticias económicas, sociales y políticas y las posibles soluciones a estos males.

En sus homilías, Monseñor, inculcaba que el pueblo debía unirse para exigir, a una sola voz, cambios estructurales en el sistema, cambios que transformarían la vida de los salvadoreños.

Sin embargo hubo algunos retractores. Algunos feligreses comenzaron a alejarse de la iglesia y llegaban al grado de considerar a todo aquel que se proclamaba fiel creyente de monseñor un rebelde.

Monseñor de alguna manera asustaba con los llamados que le hacía a la población, pero sobre todo a los militares, incluso un día antes de su muerte los exhortó a no seguir con la opresión del pueblo:

“Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”

Tras su muerte, lejos de apagar los movimientos sociales, se dinamizó la lucha popular, la vida de Monseñor Romero hizo renacer las esperanzas de que un nuevo país era posible, convirtiendo al deprimido en un héroe de batalla, el legado Monseñor, enseñó que el trabajo no es para hacer más ricos a unos pocos, si no que ese trabajo genere condiciones para tener una vida mejor.
“Liberación, quiere decir que no exista en el mundo explotación del hombre por el hombre”.

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Mons. Romero un legado y ejemplo de vida

Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ha sido, es y continuará siendo un ejemplo de lucha y sobre todo un hombre que heredó importantes sentimientos en su pueblo. Más de tres décadas han demostrado esto en miles de salvadoreñas y salvadoreños, latinoamericanos y seres humanos diseminados en distintas partes del mundo, que han conocido algo relacionado con el obispo mártir.

Cecilia Durán, es una salvadoreña residente en los Estados Unidos, en Los Ángeles, ella como muchos salvadoreños salió del país en busca de un mejor futuro para su familia. Desde la distancia ha seguido las luchas de su pueblo. Ha sufrido y llorado por sus problemas, y ha trabajado junto a la comunidad de salvadoreños residentes en esa nación por la reivindicación y respeto de sus derechos.

Al hablar con Ceci uno encuentra la mujer dinámica y chachalaca, característica del salvadoreño que a pesar de estar lejos guarda muchos recuerdos de su patria. Y eso lo confirmó al preguntarle ¿qué significado tiene para ella la figura de Mons. Romero, 31 años después de su asesinato?

“Después de 31 años de la muerte de Monseñor Romero, su figura para mí se ha engrandecido”, expresa esta salvadoreña y añade que “su legado y ejemplo de vida están presente cada día en mí caminar; su entrega por la justicia y la forma de como amo y sirvió a su pueblo me animan a seguir practicando el servicio a mis hermanas y hermanos. Monseñor Romero significa para mí, además de la perseverancia en la fe y entrega, vivir el Evangelio, construyendo así, un mundo donde la paz, la igualdad y la justicia estén presentes en el diario vivir”.

Durán enfatiza que las enseñanzas de Monseñor Romero, “en mi vida está en una constante transformación. De Monseñor he aprendido el compromiso de trabajar por el bienestar común y el valor que esto contiene”.

Y enfatiza que “trato de poner en práctica su enseñanza, cada momento de mi vida, tanto con mi familia, así como con cualquier persona que tengo el privilegio de conocer y compartir. En mi vida siempre están presentes los valores de hermandad, de amor y justicia que Monseñor Romero práctico. Con su ejemplo, Mons. Romero me reta a vivir como cristiana y continua siendo inspiración y guía en mí vida” expresa.

Lo que más atrajo a Ceci de Monseñor Romero fue a partir de las denuncias de “la injusticia y atrocidades que se estaban dando en el país; de alguna manera yo viví esas experiencias, como por ejemplo, cuando mataron a amigos/as, compañeros/as de la Universidad, vecinos, algunos de mis maestros, y vi morir frente a mí, niños, hombres y mujeres. Su asesinato fue clave en la de decisión que tome para involucrarme en el servicio comunitario, así es como comencé a hacer trabajo voluntario en mi iglesia y también el trabajar con organizaciones que estaban muy vinculadas a la misión de Monseñor Romero, me fortaleció como trabajadora social”, recuerda 31 años después de su asesinato.

Durán coinciden con muchas otras personas particularmente los salvadoreños/as, dispersos por todo el mundo, que Monseñor Romero “sigue siendo nuestro profeta, pues su palabra está viva; su reclamo por la justicia, por el trato digno, por la unidad y la búsqueda de la verdad, todavía sigue latente, ya que la injusticia social en nuestro país no se ha erradicado. Sé que no me equivoco al decir que Monseñor Romero resucita cada día en los corazones y vida de la mayoría de las y los salvadoreños tal como lo profetizo. Elevo mis oraciones para que su ejemplo nos anime y llene de esperanza, para continuar esforzándonos por terminar la violencia y el sufrimiento que trae la pobreza”.

Ceci nos enfatiza que conoce a otras personas en diferentes países, “personas de fe, de diversas denominaciones religiosas y prácticas de fe, y otros que se identifican con su mensaje. Mas los que nos identificamos con él principalmente, somos las mayorías o sea los pobres, los campesinos, los niños, hombres y mujeres marginados y oprimidos que fuimos impactados por el mensaje y amor de Monseñor Romero”, reflexiona.